Comentario
CAPITULO XXVII
De los demás reinos y cosas notables que hay basta llegar
a España y dar la vuelta al mundo
Cerca del Estrecho de Oromuz está Arabia la felice, donde todos los moradores son de la secta mahometana y que siguen la mesma ley e interpretación que el Sophi. Corriendo por esta Arabia se va a dar al Estrecho del Mar Bermejo o Arábico, el cual tiene 450 leguas de longitud y por algunas partes es de fondo grandísimo. E1 agua de él parece bermeja, aunque es blanca, sacándola fuera, y es la causa ser de aquel color el suelo sobre que está la dicha agua, y por esto cuando da el sol en ella parece bermeja, por donde ha ganado el nombre que el día de hoy tiene. Por este mar y por el de Basora lleva el Gran Turco mucha especería, sedas y brocados y todas las riquezas de la India Oriental, lo cual se le podría estorbar bien fácilmente; el cómo no es para este lugar.
De la otra banda cae la tierra de Abejín, que es la del Preste Juan, que, aunque es muy grande, por esta costa se extiende poco. Desde este reino o su punta, yendo al Sudeste, hay 600 leguas hasta Mazambique, donde hay población de portugueses. Toda esta costa es gente negra, gentiles e idólatras, y está en 15 grados de altura de la banda del Sur; y de la misma manera son todos los demás que están poblados desde Mazambique hasta el Cabo de Buena Esperanza. Están sin memoria de predicación evangélica, si Dios por su misericordia no se apiada de ellos y pone en corazón a algunos vayan a procurar el remedio de tanta infinidad de almas.
Después de haberse informado el dicho Padre de todo lo dicho y de muchas cosas que se dejan por evitar prolijidad hasta que de ellas se haga particular historia, salió de Goa y Cochín la vuelta de Portugal y pasó por junto a las Islas de Maldivia, que son muchas y todas ellas habitadas de moros, cerca de las cuales se entra en el Polo Antártico pasando la equinocial de la costa de Arabia. Navegaron con buen tiempo y llegaron al paraje de la isla de San Lorenzo, que es grandísima porque tiene 275 leguas de longitud y 30 de latitud; toda ella es habitada de mucha gente y muy doméstica. Nunca se ha predicado en ella la fe de Cristo y creo que, si se hiciese, se recibirían fácilmente. Pasando esta isla llegaron al Cabo de Buena Esperanza, que es otra isla bonisima cuya gente y moradores son muy semejantes a los de San Lorenzo. Cae en la zona templada y cerca del Estrecho de Magallanes.
Este Cabo de Buena Esperanza se llama por esto nombre Cabo Tormentoso. Está en el Polo Antártico y sale hasta 35 grados largos de alturas. Desde Cochín hasta este Cabo se ponen 1.58 leguas por la parte que ordinariamente se navega. A1 pasar de este Cabo suele hacer siempre muy recios vientos. Vase de él a la isla de Santa Elena, que está 570 leguas adelante. Está inhabitada de gente y muy llena de puercos y cabras y de gran abundancia de perdices, y toda la costa de ella tiene mucho peco y que se toma muy fácilmente. Es isla pequeña y no tiene de circuito más de 5 leguas.
Desde esta isla navegaron 400 leguas y vinieron a caer a la equinocial en la costa de Guinea, volviendo a salir al Polo Artico en 44 grados de altura (que fue casi por la mesma parte por donde se apartaron a la ida) después de haber dado vuelta al mundo. Pasaron a vista de la tierra y de allí vinieron sin tomar otra ninguna hasta Lisboa, habiendo (desde que pasaron la equinocial) navegado 1.750 leguas.
De modo que después de haber echado el dicho Padre fray Martín Ignacio la cuenta de lo que había navegado desde que salió de Sevilla hasta que volvió a Lisboa en la vuelta que dio al mundo, halló que eran 9.640 leguas de mar y tierra, sin otras muchas que anduvo por la China y por otras partes, de que no hizo cuenta.
Todas estas leguas están llenas de grandes reinos, y todos ellos, o los más, sujetos a la tiranía de Lucifer. Dios por su infinita misericordia los convierta y se apiade de ellos como lo hizo cuando vino del cielo a la tierra a morir por todos, y ponga en corazón a nuestro Católico Rey que entre las demás buenas obras que con su cristianísimo celo inventa y hace, procure ésta que ha de ser para tanta gloria de Dios y honra y merecimiento suyo. Lo cual puede hacer muy cómodamente siendo, como es, el día de hoy Señor de todas las indias y de la mayor parte de aquel Nuevo Mundo. Es petición digna de que todos los cristianos la supliquemos a Dios para su santo nombre sea por todo el mundo alabado y ensalzado y los hijos de Adán que por el pecado están tan esparcidos y olvidados de su Dios y primer principio, vayan a gozar de la bienaventuranza de la gloria para donde fueron por él criados.
[Hallóse este precioso papel, al parecer original, sin expresión de autor, y escrito por los años de 1585, que fue cuando el Padre fray Martín Ignacio se restituyó a estos reinos, en la librería de Sr. Conde del Aguila, en un libro en 4.º, cuyo rótulo es: Itinerario del P. Fr. Martín Ignacio. Confrontóse en 9 de octubre de 1974. Joseph de Basterrechea. V. ° B. ° Navarrete]
(Madrid, Museo Central de Marina, Colección Fernández de Navarrete, XXXII, ff. 215 294 v.; pagin. mod., 429 588.)
Relación del viaje que hicieron Pedro de Unamunu, Fray
Martín Ignacio de Loyola y otros franciscanos desde la isla
Macarena, China, hasta el puerto de Acapulco, México, era
el año de 1588
Relación del viaje y navegación que el capitán Pedro de Unamunu ha hecho desde la isla Macarera, que está una legua de la ciudad de Macán (Macao), en la fragata nombrada Nuestra Señora de Buena Esperanza; y lo que más en el viaje ha sucedido es lo siguiente:
Primeramente, partí de la dicha isla Macarera, domingo doce de julio, como a horas del medio día, y caminé al Essueste doce leguas, y como a las once horas de la noche me hallé tan adelante de la isla de Leme, que es la más cercana de las islas de Macán que está en veinte y dos grados y medio largos.
Desde esta isla de Leme se tomó derrota para los Babuyanes gobernando al Este cuarta del Sueste, y después de haber caminado noventa y seis leguas por el dicho rumbo, jueves, diez y seis del dicho mes de julio, como a horas de medio día, se tomó vista de estas islas de Babuyanes y se pesó el sol, y están en veinte grados y medio escasos; tomóse la vista de estas islas caminando por ese rumbo, por no roestear la aguja de marear cerca de una cuarta. Diósele el resguardo conforme a la variación de ella.
Desde estas islas Babuyanes se tomó derrota para una isla que en algunas cartas de marear está pintada, que se dice Rica de oro, que está 450 leguas de estos Babuyanes e" derrota del Nordeste o Este Sudeste, que está en altura de 29 hasta 31 grados. Y caminando, para la dicha isla con tiempos diferentes, navegué doce días a diferentes rumbos, y a los 28 del dicho mes de julio tuvimos vista de dos islas pequeñas, que tenían como tres leguas de box (sic) cada una, y apartadas una de otra como una legua y media, y están situadas Noreste sin variar de Noroeste Este Sueste, el altura de 25 grados y medio, en que ese día se pesó el sol. Las cuales se ojearon y miraron y no se halló tener ningún puerto en ellas, ni tener ningunos árboles, ni insignias de tener agua, antes, en lo que de ellas se entendió por la vista ocular que en ellas se hizo, no son de provecho para cosa alguna; púsoselas por nombre las "Sin Provecho".
Desde estas islas se tomó la derrota esta propia noche para la isla Rica de oro, que en el capítulo antes de ésta se ha dado razón, que está 330 leguas de estas islas, en derrota del Este Oeste cuarta de Nordeste Sudeoeste, y está en altura de las partes del Sur en 29 grados y medio escasos, según está pintada en algunas cartas; en cuya altura nos hallamos miércoles, 19 de Agosto. Y estando en la dicha su altura, se buscó la dicha isla del Este Oeste y por los demás rumbos que fueron necesarios, y se hizo todo lo posible y no se pudo hallar la dicha isla, por donde se entiende no la haber.
De esta altura de los 31 grados se tomó la derrota al Esnordeste en busca de otra isla, que en algunas cartas está pintada, que llaman "Rica de plata, que hay de la que dicen Rica de oro y su altura 60 leguas al Esnordeste, gobernando ésta según su pintura y arrumbada en las cartas, y está, según su pintura en alguna de 33 grados hasta 34 desde la parte del Sur hasta el Norte, en cuya altura nos hallamos en Sábado, 22 de Agosto, y se buscó del Este Oeste. Y hechas las diligencias posibles y no se pudo hallar, a cuya causa no la debe haber, sino que alguno, por oídas, la mandaría pintar en su carta.
Domingo, 23 de Agosto, a la noche se tomó la derrota para en busca de las islas que dicen del "Armenio", que, según están pintadas en algunas cartas, están 20 leguas de la isla que arriba dije Rica de plata, que están en derrota una con otra Nordeste Sudueste en altura de 34 grados y 35 y un tercio, y en esta altura nos hallamos miércoles, 26 de dicho mes de Agosto. Y se procuró su vista con mucho cuidado con las diligencias posibles, y no se pudo hallar, y se entiende no la debe haber.
Desde la altura de la isla "Armenio, arriba declarada, que dicen que la hay, que es en 35 grados y un tercio, se tomó derrota al Este cuarta al Nordeste y al Esnordeste en busca de la tierra de la Nueva España y tomarla en la mayor altura que se pudiese y los tiempos nos diesen lugar, para desde ahí hacer el descubrimiento que posible fuese, caminando por los dichos rumbos. Lunes postrero de Agosto, en altura de 36 grados y un quinto en que este dicho día se pesó el sol y se halló esta altura, habiendo caminado 140 leguas por los dichos rumbos, nos rindió el árbol mayor por dos partes y trinquete y bauprés. Y después de haber aderezado los dichos árboles lo mejor que ser pudo para poder navegar, tornamos a proseguir nuestra derrota por los dichos rumbos.
Y navegando subimos en altura de 39 grados, jueves 3 de Septiembre, que nos dió un viento Lesnordeste, donde no pudimos subir en más altura, así por el tiempo no nos dar lugar, como por tener rendido los árboles y el navío ser pequeño y tener poco reparo, por venir no tan acomodado como convenía para resistir al frío y al agua. Venimos a disminuir en altura de 32 grados y medio en que nos hallamos, miércoles, 30 de dicho mes de Septiembre. Y desde esta altura, que este dicho día se tomó, se procuro subir a más altura, y por los tiempos no nos dar lugar fue trabajoso multiplicar en la dicha altura.
Navegando por diferentes rumbos, por la contrariedad de los tiempos, venimos a subir con harto trabajo en altura de 35 grados y medio largos, en que nos hallamos sábado, 16 de octubre del dicho año; y este día se vio tierra. Y por no tener claridad, por estar la tierra muy cubierta de la mucha cerrazón que había de neblina, por cuya causa no se certificó por entero ser tierra la que se nos había parecido. Y esta noche, a prima guardia, yendo la vuelta del Este, tomando el Nordeste con viento Susueste, encontramos con dos islotes pequeños, pegados con la tierra firme, como media legua de mar, y llegando tan cerca de ellos como un tiro de arcabuz, que no haber buena guardia, según la cerrazón, nos perdíamos, esta noche dimos a la vuelta de la mar hasta el cuarto del alba.
Domingo, 18 de dicho mes, al cuarto del alba hicimos el bordo de la tierra, y esclareciendo Dios el día, vimos una tierra alta a la parte del sur, con unos tres árboles de pino en lo más alto de él, que sirven de marca. Y ala parte del Norte vimos muchos humos, al pie del dicho cerro, en unos pinares cerca de la mar. Y ala dicha parte del Norte una punta hechada como Noroeste Sueste, y de parte de la punta demostraba una bahía grande, hacia la parte del Este, que demostraba haber puertos en ella. Y después de haber tomado los pareceres de la gente del navío y particularmente del Padre Fray Martín Ignacio de Loyola, Comisario de la China, y visto de que todos eran de parecer de que se arribase a dicha bahía y en ella se viese lo que había, pues para ello venían, y con esta determinación se gobernó para la dicha bahía. Y llegando a ella, se vio a la parte del Este un arenal de buen espacio, de anchura mediana, para donde se gobernó. Y surgimos con la dicha fragata en 27 brazas de fondo de arena menuda, mezclada con baza, v alrededor y bien cerca de la dicha fragata hay muchas yerbas largas y gruesas, 5, nacen en más de 15 brazas, son gruesas y tienen las hojas y troncos grandes, que son de los que se dice que en la mar 100 leguas de la costa ven los navegantes unas balsas grandes, los cuales proceden de estos que arriba se hace memoria y nacen en toda la costa hasta pasada la isla de Cedros, que está en 28 grados y medio largos, y no nacen en los ríos, como algunos han certificado, sino en la costa, como arriba se declara. Aquí, en este puerto, hay infinito pescado de diferentes géneros, y árboles para navíos, y agua, y leña, y mucho marisco, donde se puede reparar de todo esto cuando alguno tenga necesidad.
Como arriba decimos, surgimos en el dicho puerto a los 18 del dicho mes de Octubre, día de Sant Lucas; y por ser su día del señor San Lucas, se puso por nombre "Puerto de San Lucas". Y surto en él, como arriba se dice, en el dicho día entre las 11 y las 12 del día, apartados del arenal que en él había como dos tiros de arcabuz, donde se pesó el sol y se halló estar el dicho puerto en 35 grados y medio largos, y estando así surtos, a poco rato, vimos en tierra, en una loma a la falda de un cerro, dos indios, de donde nos miraron a su gusto.
Con vista de estos indios se hizo junta de la gente que había en dicho navío, y estando todos juntos se trató lo que se debía hacer, si saltarían en tierra algunos soldados y se visitase lo que alrededor del dicho puerto había. Y siendo todos de parecer de que el capitán con 12 soldados y algunos indios, con sus espadas y rodelas, saltasen en tierra, y se viese la disposición de la tierra y se descubriese lo que alrededor del dicho puerto había, desembarqué en tierra con 12 soldados, con su cotas y arcabuces, llevando por delante al Padre Fray Martín Ignacio de Loyola con una cruz en sus manos, y algunos indios luzones, con sus espadas y rodelas, después de haber dejado orden en la dicha fragata para lo que se ofreciese; y habiéndose hecho elección de alcaldes y regidores para que hubiese quien diese posision de aquel puerto y lo demás que se descubriese, desembarqué en tierra, como dicho es.
Desembarcamos en el dicho puerto, en la forma que dicho es, se tomó acuerdo hacia donde se caminaría, si hacia la parte donde los indios se habían visto poco antes o por el pinal, donde se habían visto algunos fuegos aquella mañana, por haber muchos caminos para diferentes partes. Fuimos de parecer de que se caminase hacia donde se habían visto los dos indios, pues el camino que va hacia donde ellos parecieron era el más trillado. Y así se comenzó a marchar hacia la loma donde los indios se habían visto, y subido en lo alto de la loma, a la parte del Nordeste, se vio descender un río de buen tamaño por un llano abajo, y muchos caminos trillados para diferentes partes, y no se halló rastro de los indios que antes se habían visto en la dicha loma. Y visto la diferencia de caminos de una parte a otra, se acordó que se siguiese uno de los dichos caminos que va a la vuelta del Sueste hacia un cerro alto, y que desde allí se vería lo que alrededor hubiese, hacia donde caminamos, llevando en la delantera al dicho Padre Fray Martín, con su cruz en las manos.
Poco después y a un cuarto de legua andada, los dichos indios descubrieron gente y dieron aviso cómo habían visto cinco personas: y dado el aviso, se fueron tras ellos y los iban siguiendo. Y a este tiempo se alargó el paso para poder hablar con ellos, y en el inter que con los indios fuese Diego Vázquez Mexía, sargento, con otro soldado para que si los alcanzasen, los entretuviesen con buenas palabras y señales de paz y amor. El cual con los dichos indios se adelantó en pos de los dichos indios para ver si los podían alcanzar; y aunque de su parte hicieron lo posible, no se pudieron alcanzar; por estar encumbrados en el cerro y ser gente desnuda y ligera no se pudieron alcanzar, aunque la demás gente iba marchando a paso largo, tuvieron lugar de meterse por otro cerro alto en un pinal. Y en un recuesto del camino que iba al dicho cerro hallamos dos líos, como cestos, envueltos en dos cueros de venados, y en ellos no se halló sino los dos cueros de venado y otros pellejos pequeños como de conejos, cortados y hechos a modo de cadena con ellos, y una poca de flor como de orégano, que les debe de servir como de comida o bebida, por no se hallar otra semilla. Y según la relación de los indios espías, entre las cinco personas que habían visto había dos mujeres, porque llevaban dos criaturas en las espaldas. Y de los dos cueros de venado se tomó la una, y en su lugar se les dejó con su hato dos paños de manos y no se le consintió se les tocase cosa alguna; y hecho esto subimos a la cumbre de dicho cerro, y en él se hizo alto, y se miró lo que la vista pudo descubrir.
Hecho alto en la cumbre de este cerro, mirando lo que alrededor de él había, y cerca de este cerro había otro cerro más alto como tres tiros de alcabuz, mandé a Joanes de Arraceta, Cristóbal infanzón, que dos indios con sus espadas y rodelas subiesen encima de aquel cerro que a la mano derecha estaba y que de allí mirasen a la redonda si había algunas poblaciones y otras insignias de gente y mirasen si en el dicho cerro había algunos minerales. Los cuales fueron y miraron lo que sus vistas alcanzaron a una parte y a otra, y hicieron catas en el dicho cerro por si había algunos minerales; y visto y hecho lo arriba dicho, bajaron a donde la demás gente estaba y dieron por relación que ninguna población, ni gente, ni humos habían podido descubrir, ni en el cerro habían podido hallar minerales, salvo que había muchos caminos y entre ellos había uno que iba por el río arriba, como hacia el Este, que era el más trillado a sus pareceres.
Hecho lo convenido en el capítulo antes de éste, y descansando la gente bajaron de el dicho cerro hacia el río y entraron a la orilla de él, y probaron el agua del dicho río y hallóse ser muy buena, que bajaba por el dicho río entre arena, y desde ahí se subió por una loma arriba hacia la parte del Norte donde dicho río hacia una gran laguna, que se entendió que allí habría alguna barra y puerto, pues tan cerca estaba la mar. Y llegados allí se vio ser agua represada del dicho río y tapada la vía de la mar con mucha cantidad de arena, aunque sin embargo de esto no podía dejar de tener algún respiradero a la mar por debajo de la arena, porque sino fuera esto, según el agua del río en breve soprepujara a la arena.
Y desde ahí se caminó hacia la fragata, por ser ya tarde; y llegados junto de la dicha fragata a un cerrillo y alrededor de él hallamos mucha cantidad de conchas, de ostrones, de perlas muy crecidas y otras conchas de muchos mariscos.
Llegados a este cerro, hallamos lo arriba dicho, donde, por parecer lugar conveniente para tomar la posesión del dicho puerto y tierra en nombre de Su Majestad, pues quieta y pacíficamente yo y la demás gente habíamos desembarcado y paseado la dicha tierra y puerto como cosa de la demarcación y corona del rey don Felipe nuestro señor, tomé la dicha posesión en el dicho nombre por Diego Vázquez Mejía, uno de los alcaldes que para ello fue electo, y en ella amparado, como era justicia, en forma debida de derecho, arbolando una cruz en señal de la fe de Cristo y de la posesión que del dicho puerto y tierra se tomaba en nombre de Su Majestad. Y cercados ramos de los árboles que alrededor había y otras diligencias que se acostumbran hacer, nos embarcamos en la dicha fragata.
Y estando embarcados y habiendo cenado la gente se trató de lo que se había de hacer, mediante Dios, otro día siguiente, si entrarían en la tierra algunos espías, para ver si se hallarían algunas poblaciones de gente o algunos minerales o algunas insignias de ello, pues había tantos caminos y a diferentes partes. Estando todos juntos y habiéndose tratado sobre lo que más convenía, estando presente el dicho Padre Fray Martín Ignacio de Loyola y los demás religiosos, todos conformes y de un parecer, de que pues todos habían salido para hacer el descubrimiento en cuanto fuere posible y los tiempos diesen lugar, y que pues ese día del señor San Lucas se había descubierto el dicho puerto y saltado en tierra y tomada la posesión en ella en nombre de Su Majestad, y haber tantos caminos y tan trillados para diferentes partes, que convenía que el capitán con dos soldados y un religioso y algunos indios, con espadas y rodelas, de madrugada, entrasen en la tierra adentro, como cuatro o cinco leguas, por el camino más trillado, que era el que iba por el río arriba como al Este; y que convenía se mirase lo que demostraba en sí la dicha tierra, para que de lo que hobiese se diese noticia de todo a Su Majestad y al Excmo. Visorrey de la Nueva España en su lugar, de quien en nombre de Su Majestad fuimos enviados a esta jornada. Y vistos los pareceres de todos, luego se mandó poner en orden lo necesario para poder de media noche abajo partir a lo que arriba se declara.
Lunes 19 del dicho mes, como a horas de las diez antes del día partí para la dicha jornada con el Padre Fray Francisco de Noguera y los doce soldados y ocho indios luzones, con sus espadas y rodelas. Desembarqué entre día a las dichas, después de haber dejado orden en la fragata de lo que aquel día se había de hacer. Caminamos hacia el río, y en ella puesta la gente en orden y llevando dos indios delante, por espías, caminamos por el camino que el día antes nos había parecido ser el más trillado, que iba hacia la vuelta del Este, caminando con el menos ruido que ser pudo. Para cuando vino el alba, habíamos caminado como dos leguas, sin haber visto ni sentido cosa alguna de población, ni humos, ni persona alguna. A este tiempo nos apartamos a una ladera, hacia la halda de un cerro, debajo de unas encinas y alcornoques y otros árboles, que en un montecillo que allí estaba, había. Y desde ahí, estando emboscados hasta una hora de sol, se miró todo aquel valle hasta donde alcanzó la vista, y no pudimos descubrir ninguna población ni gente, solamente vimos dos humos hacia el río arriba en unos bosques de muchos árboles de encinas, alcornoques, sauces y otros árboles altos y de buen gordor, como fresnos, para donde caminamos lo más secreto que ser pudo, llevando los dos indios de espías, adelante. Y llegado donde los dichos humos, hallamos que se quemaban dos encinos grandes, apartados el uno del otro como tiro de arcabuz; parecía habérseles dado fuego como un mes.
Desde estos humos partimos el río arriba a la vuelta del Este por el camino más trillado. Y por el río arriba hallamos muchas pisadas de gente, que todo el arenal del dicho río estaba tan hollado de pisadas, así hacia el río arriba como el río abajo de personas grandes y medianos y pequeños. Este río es de arena gruesa, por donde el agua pasa debajo y casi en lo más de él se puede andar a pie enjuto, porque, como digo, el agua pasa por debajo, salvo que en partes sale el agua como manantiales y hace como pozadas de agua represada, y no deja de correr por debajo del arena. Todo este río de una parte y otra es bien sombrosa de sombra de sauces y mimbres de buen tamaño, con otros árboles altos que parecen fresnos, y muchas yerbas olorosas, como manzanilla, y poleo y tomillo.
Y caminando adelante, a ratos por el río y a ratos fuera de él, habiendo caminado como dos leguas sin haber visto población ni gente, más del dicho rastro el río arriba, encontramos, a la vereda del río, de la parte del Norte, unas rancherías viejas de indios en que había diez y siete ranchos grandes y chicos, a modo de carboneras de Vizcaya, un gran hoyo en el suelo, de buena redondez y de fuera cubierto de ramas de árboles muy cubiertos, y según el grandor de los ranchos podían caber en cada una más de doce personas; parecían haberse hecho como mes y medio atrás. No se halló en estos ranchos cosa alguna sino unas varas, que parecen de sabugo, con que ellos hacen sus lanzas arrojadizas con una punta de encino tostado. Y un poco apartado del río, de la otra parte, entre unos árboles, se halló una choza hecha de palos y cubierta toda de tierra, con sola una pequeña portañola, que podían caber dentro como dos personas; y había dentro cascarones y joyas (sic) de árboles. Entendióse que sería para el principal de ellos.
Desde estos ranchos caminamos el río arriba media legua y siempre iba siguiendo el rastro ya dicho. Y al pie del río de la parte del Sueste, a la sombra de unos sauces, se hizo alto, donde la gente comió y descansó, y hasta las tres horas de la tarde nos detuvimos por el gran calor que hacía.
Después de haber comido y reposado, se acordó caminar el río arriba, como una legua, hacia una gran abertura que hacia la parte del Este demostraba, por ver si se descubría alguna población en aquella abertura; y que si andada la legua que podía haber hasta el pie de un cerro alto que había en esta distancia, se volverían hacia la fragata, y en aquella noche nos alojaríamos en parte cómoda, para otro día de mañana ir a la dicha fragata. Y así caminamos hacia la abertura arriba dicha, y en poco rato llegamos al pie del cerro alto; y llegados al pie de él entre unos alcornoques, se miró la disposición de aquella tierra hasta donde nuestra vista alcanzaba, y no se halló ni pudimos descubrir cosa alguna más de que el camino iba seguido hacia el Este, que claro se vía ir el camino por la halda de unos cerros que iban a dar en unos cerros altos que hacia la parte del Este estaban, con otros muchos caminos. Y visto que del pie del cerro no se pudo descubrir ni se vía nada mandé a tres soldados y tres indios con sus espadas y rodelas subiesen a la cumbre de aquel cerro y de allí mirasen a todas partes si verían alguna población, o gente o fuegos, y si había algunos minerales. Los cuatro fueron, y de ahí a un rato de tiempo bajaron a donde nos habían dejado, y dieron por relación que no habían podido descubrir ninguna población, ni humos, ni gente, ni el cerro tenía minerales a lo que parecía, salvo que vieron que el río siempre iba hacia la parte del Este entre unos cerros; y el dicho camino con otros muchos iban a la parte del Este por las lomas de unos cerros. Y visto que no se pudo descubrir ninguna población ni gente, y que la gente estaba algo cansada, y no haber bastimentos para más de aquella noche, y que no sería cordura pasar adelante sin bastimentos y tan poca gente, en tierra no conocida, y que lo mejor sería volver hacia el navío, y visto el parecer de todos, y que era lo más acertado, caminamos hacia la fragata. Y habiendo caminado como dos leguas, una hora antes de anochecer, nos alojamos debajo de unos tres encinos grandes que estaban junto al río, apartado del camino buen espacio, donde aquella noche reparamos, puestas las centinelas en orden.
Martes siguiente, 20 del dicho mes de Octubre, de día claro, caminamos el río abajo, y no se caminó de madrugada por si por ventura los indios nos hubiesen visto y espiado de noche no hubiese alguna celada. Y caminando por el río abajo, andados como una legua y media, encontramos con una ranchería de una parte y otra del río, en que había más de treinta ranchos, del modo de las que el día antes hallamos. Y en ellas no se halló sino unas taleguillas de cordel, hechos a manera de red, en que traían algunos cabos de cordel hecho con cortezas de árboles bien hechos, y unos cestos viejos, en que se entiende molían algunas raíces y cortezas de árbol para alguna bebida o comida, como el que se les halló el primer día, no se les halló rastro de otra semilla alguna. También se hallaron algunas varas como las de los otros ranchos del día antes.
Y en esto, después de haber mirado alrededor de los ranchos la longitud, como dos tiros de arcabuz, y no se hallar más rastro de lo dicho, proseguimos nuestro camino, a ratos por el río abajo y ratos fuera de él. Y al cabo de haber caminado como dos leguas y pasado el río a la otra parte del Oeste, se hizo alto para descansar la gente, que sería como media legua de la fragata, como a las diez horas antes del medio día; y a cabo de media hora comenzamos la caminar hacia el dicho navio, y viniendo así caminando a trecho de un cuarto de legua, en una loma se hizo alto para allí descansar, por estar cerca del dicho navío. Y descansando que hubo la gente, comenzamos a marchar a tomar la vista del navío por estar cerca, e yendo caminando por nuestra orden y tomada la vista del navío los de la vanguardia, viniendo todos a vista unos de otros y bajando de la loma abajo hacia la ribera, donde hallamos la barca del navío y a Joanes de Uranzu.
Antes de hacer alto la gente de la vanguardia mirando hacia los nuestros de la retaguardia, vimos descendiendo de un cerro de pinares dos indios corriendo hacia la otra parte de la loma, donde venían subiendo a la vista del navío. Y visto bajar los indios, luego volvimos hacia ellos a su reparo, pero antes que pudiésemos llegar a socorrerlos, fueron heridos algunos de ellos, y llegados a ellos, arcabuzándolos, los hicimos retirar a lo alto de la loma.
Y a este tiempo llegaron Joan de Aranguren y Joan de Mendoza heridos de muchos flechazos y varas tostadas, y luego en pos de ellos Cristóbal Infanzón, herido de muchos flechazos y si no fuera que se socorrieron a tiempo, los mataran. Y Felipe de Contreras que venía así mismo en la retaguardia, por haberse quitado la cota que traía puesta, le hirieron de una lanza tostada y le atravesaron el pecho de parte a parte, de que no pudo retirarse, y de esta herida otras que le dieron, como a hombre desarmado, murió luego, según los otros de su compañía dieron por relación. Y juntamente con él mataron a un indio de los nuestros de una lanzada, por haberse descuidado de reparar con su rodela. A los heridos se mandaron curar.
Y junta la demás gente, por bajar del dicho cerro muchos indios de nuevo, y visto los espías de ellos ser muchos y que iban siempre abajando, procuramos de retirarnos a la marina por nuestra orden, por ser mejor puesto para nuestra seguridad y resistirlos. Y juntos así la gente que en el navío quedaba, que había salido en tierra al socorro, y los que en tierra se hallaban, todos juntos, puestos en orden, tuvimos reencuentros y escaramuza con los dichos indios. Y en ellas murieron algunos de ellos y otros muchos heridos, sin que de los nuestros hiriesen mas de uno. Y visto esto, se retiraron y dividieron en tres partes.
Y nosotros nos recogimos a nuestro puesto, donde se acordó que, si los enemigos tornasen de nuevo, sería bueno reformarnos de una planchada para poderse embarcar toda la gente junta, porque la barca era pequeña, y no se podían embarcar sino en muchas veces, y si nos viésemos en necesidad no podíamos retirarnos. La plancha se hizo, y luego en poco rato se trujo a tierra adonde la barca estaba. Y este tiempo, los enemigos por tres partes nos dieron asalto; pero retiráronse con daño suyo, sin herir a ninguno de los nuestros. Esto era como a las cinco de la tarde cuando los enemigos se retiraron hacia la loma donde hirieron a los nuestros, teniendo sus centinelas. Y visto que ya era tarde y el enemigo se había retirado, nos fuimos a embarcar en la plancha y barca.
Lunes, 19 del dicho mes de Octubre, Fray Martín Ignacio de Loyola y Fray Rufino, Alonso Gómez, piloto de nuestra fragata, Miguel Sánchez y otras personas, que habían quedado en el navío, salieron en tierra adentro. Y dieron por relación haberles sucedido en el dicho puerto con los dichos indios, que después de habernos partido aquella mañana para lo que arriba dicho es, ellos habían saltado en tierra, así a ver hacia la parte del Sudueste si había alguna población o gente, por haberse visto la noche antes un fuego grande que duró casi toda la noche, como hacer alguna aguada y leña. Y que mientras el Padre Fray Martín, Alonso Gómez, Joanes de Uranzu, y otras personas fueron hacia la parte donde se vido el dicho fuego a ver lo que había, habían quedado en el río Gerónimo de Vallejeda, barbero, con algunos indios, que fueron a la lavar y a hacer aguada y leña. Y que del cerro del pinal habían descendido 23 indios, y tres de ellos se allegaron hasta la mitad de la sierra, a ver lo que hacían los nuestros. Y los dos bajaron al río y comenzaron a hablar con el dicho Vallejeda, no teniendo más de su espada; y después de haber pasado dares y tomares entre ellos por el cerro arriba en buenas palabras, y cuando vido mal parado el negocio, sólo procuró apartarse de ellos con ademán que les hizo con su espada, después de haberle quitado algunas cosas que llevaba consigo el dicho Vallejeda, dándolas el propio para apaciguarlos. Y en este tiempo sobrevinieron los demás indios y tomaron a los indios que estaban lavando alguna ropa y las vasijas que llenaron para el agua que habían de hacer, y se subieron el cerro arriba, y puesto a recaudo el bagaje que habían pillado, se volvieron a la mira de lo que se hacía entre los nuestros. Y a este tiempo llegaron el Padre Fray Martín y la demás gente que habían ido a ver lo que había de la otra parte del Sudueste; y como vieron los indios venir la demás gente, entendieron que el dicho Vallejeda les había engañado en que por señas les había dado a entender que no había más gente que él y los indios que quedaban en la aguada, a quien quisieron llevar consigo y no pudieron, porque se echaron a la mar y del navío les tiraban arcabuzazos, hasta que llegó el dicho Fray Martín con los demás adonde estaban Vallejeda e indios.
Y llegados al puesto donde los indios estaban en la loma de un cerro, luego comenzaron a dar grandes alaridos, haciendo muchos meneos y saltos de una parte a otra como quien los quería acometer, estando los nuestros en su puesto sin hacer alboroto por lo que los indios hacían, antes, de paz, enviaron al dicho Vallejeda y a otro indio de los nuestros con bizcocho y algunos paños y otras cosas que entre ellos habían, a los cuales salieron hasta media ladera de la loma tres indios y los quisieron llevar arriba donde los demás estaban. Y los nuestros, como vieron que los querían llevar a lo alto del cerro, se hicieron indispuestos, y allí comieron el bizcocho o parte de ello. Y volvieron a sus compañeros a darles razón de lo que habían pasado, aunque estaban a la mira. Y después a poco rato, todos los indios se apartaron por tres partes, y acometieron a los nuestros haciendo muchos ademanes de quererlos matar, y tiraron muchas flechas sin que hiciesen daño en los nuestros, sin querer dejar tirar ningún arcabuzazo el Padre Fray Martín, hasta que vieron la desvergüenza suya, que los arcabuzaron e hirieron algunos de ellos y los hicieron retirar a lo alto del cerro: y a este tiempo eran horas de recogerse cada uno a su alojamiento. Los indios fueron a sus ranchos, los nuestros al navío.
Hallaron a la parte del Sudueste, adonde fueron los nuestros, un rancho como los ya arriba dichos, y alrededor de él y más desviados del rancho muchas conchas de perlas en mucha cantidad y muy grandes; donde se entiende hay mucha y buena perlería, y estos indios acuden a la costa y a la pesquería de ellos. Y los caminos hacia la parte del Sur será donde ellos van y vienen a la tierra adentro. La tierra de marítima es de buena disposición para trigo y maíz, mejor que la que hallamos la tierra adentro.
Embarcados, como dicho es en el capítulo segundo antes de ésta, después de haber cenado la gente, se trató de lo que convenía hacer el día siguiente, si se saltaría en tierra a los enemigos, o partirnos a nuestro viaje. Se acordó seguir nuestro viaje, costeando la tierra, y no salir en tierra con los enemigos, así por haberse quemado la pólvora el día pasado estándola refinando, como la gente estar mal herida y pocas medicinas para curarlos, y ser poca la demás gente para poder resistir a los enemigos sin tener pólvora ni municiones; y también lo que convenía hacerse en aquel puerto se había hecho, y que en la costa se podrían buscar algunos puertos, cuanto y más que más convenía ir a dar cuenta a Su Excelencia de lo pasado. Así se determinó partir miércoles, 21 de Octubre a nueve del día, como partimos.
Partidos miércoles, 21 de Octubre, con vientos contrarios anduvimos bordeando hasta el viernes a la tarde, 23 del dicho, que nos dio un viento del Norueste con una cerrazón que en cinco días no se pudo tomar vista de tierra, aunque siempre se caminó dos leguas, y aún menos, de la tierra, a cuya causa no se pudo ver si había algún puerto en la costa, así por la cerrazón grande, como ser muy pequeña para poderse atrever en él a buscar puertos.
Miércoles, 28 del dicho mes de Octubre, yendo costeando por la costa dos leguas de la tierra, en la altura de treinta grados, se echó una sonda por ver insignias de fondo, por no se poder ver tierra con la gran cerrazón y oscuridad que hacía neblina. Y hallamos diez brazas de fondo, y en lo que el plomo demostró era de bajíos de piedra en largor de mas de media legua, en que siempre se sondó en una agua y un fondo. Y luego, acabado de salir de su paraje, encontramos con una agua blanca muy revuelta, que parecía ser de río, donde se sondó y casi se halló la propia agua. Y en este paraje se procuró ver si había algún puerto, y aunque este día y la noche y parte del jueves siguiente no se pudo ver la tierra para poder ver la disposición de ella, y visto que con la barca no se podía saltar en tierra por ser pequeña y la mar andar algo gruesa, y que el tiempo no aclaraba, antes cargaba el tiempo, se determinó venir al puerto de Acapulco lo más breve que ser pudiese, así a dar cuenta de lo pasado a V. Excelencia, como por estar la gente herida muy mal dispuesta por falta de medicinas; pues desde la isla de Cerros para el puerto de Acapulco estaba todo descubierto mucho tiempo había.
A las Islas de Lequios, ni Japón, ni Pescadores no fuimos, por ser tierras descubiertas y ser el navío pequeño y sin artillería ninguna, y la gente que venía en la dicha fragata poca, y la del Japón mucha y belicosa y haber en ella navíos y artillería con que poder ofender y defenderse.
Desde las islas de los Babuyanes, que están en la altura de 23 grados y medio escasos hasta el puerto de San Lucas que agora se descubrió, que está en 35 grados y medio largos, se caminaron mil ochocientas y noventa leguas por diferentes rumbos, conforme los tiempos daban lugar, aunque en derecha derrota habrá como mil quinientas y cincuenta leguas. Y por esta altura y camino es muy buena navegación; más saludable y buena que por menos altura. Y desde el dicho puerto de San Lucas hasta el cabo de San Lucas, que está en 23 grados escasos, hay 290 leguas, caminando al Susueste como la mitad y al Sueste cuarta del Sur la otra mitad. Y desde este cabo de San Lucas hasta el puerto de Acapulco hay como 260 leguas, caminándose la mitad al Esueste y lo demás al Sueste coarta del Este.
En la boca del puerto de Valle de Banderas, junto al cabo de Corrientes que está en altura de 21 grados largos, encontramos con una lancha del propio puerto, en doce de Noviembre que, por orden de la Audiencia de Guadalajara, andaba en la costa a dar aviso a los navíos de la China de cómo el corsario inglés estaba en la costa y los daños que había hecho, y como al presente estaba en el puerto de Mazatlán dando carena, y su instrucción le mandaba fuese a dar el dicho aviso a las dichas naos de China hasta en altura de 25 grados, dos grados más adelante del cabo de San Lucas, que es en muy buen paraje para ser avisados en tiempo para poderse marear del puertos del enemigo. Y en nombre de Su Majestad, en la mejor forma que de derecho hubiese lugar, hice un requerimiento al capitán de la dicha lancha para que con toda diligencia procurase pasar adelante a dar el dicho aviso, pues tanto importaba el servicio de Su Majestad, y caminase de noche con el fresco de la tierra, y que de día se detuviese en tierra, y de ahí podía hacer centinela, así a las naos de China, como si la lancha del enemigo salía a descubrir la costa no le encontrase de día, pues de día con los vientos Noruestes y contrarios corrientes no podría navegar, y de esta suerte podría navegar mejor y sin ser visto del enemigo, por si, como dicho es, la lancha del enemigo saliese a espiar la costa. Y se le dieron bastimentes de bizcocho, arroz y otros bastimentos que para nuestro viaje se traían, que quedó bastecido para más de un mes y medio, sin el maíz y otras cosas que para su bastimento llevaba.
Entramos en el puerto de Acapulco a 22 de Noviembre, día domingo, de donde escribimos a V. Excelencia y dimos larga cuenta del suceso y trabajos de nuestro viaje.
PEDRO DE UNAMUNU
[Archivo General de Indias (Sevilla), 1 1 3/25, Editado por el P. Lorenzo Pérez, OFM., en Archivo Ibero Americano 7 (1917) 88 107].